Seguro que todos recordáis este spot televisivo de la asociación Autocontrol:

Desde mi punto de vista está francamente bien planteado y realizado. En dicho spot se apela a que la publicidad ha de ser veraz, legal, honesta y leal. No dice nada de que deba ser educada. Al fin y al cabo la educación cada vez es más relativa y puede ser muy incómodo respetarla a la hora de hacer una campaña. Si pierdes la educación en una campaña corres el riego de faltar a la inteligencia de los potenciales consumidores. El primer ejemplo que me viene a la cabeza es la agresividad de la campaña «Yo no soy tonto» de la cadena Media Markt. ¿Tonto? ¿listo? ¿por comprar o no en un establecimiento determinado?. Perdón, pero creo que una considerable cantidad de potenciales consumidores contemplan factores adicionales al precio a la hora de comprar. De forma directa me dicen que un tonto nunca llevaría una bolsa de ese establecimiento. Me parece muy desafortunada esa campaña.

Lo peor del caso es que ya he visto en el buzón folletos de otras empresas que copian el ejemplo (y no sólo ejemplo, sino los colores, los personajes ficticios que protagonizan las campañas…) También existen ejemplos de lo contrario. Esta imagen está escaneada del papel encerado que envuelve las clásicas tortas de aceite de Inés Rosales:

¡Me desean que tenga un buen día! Solo han empleado tres líneas de texto para ese mensaje y a mí me ha agradado enormemente. No cuestionan mi inteligencia, simplemente desean que tenga un buen día disfrutando de su producto. ¿Dónde se estudian esos recursos publicitarios? Estos gestos tienen especial importancia en situaciones de aspereza económica como la actual, donde la mala leche suele sazonar todos los mensajes (publicitarios o no).