Es inevitable: cada cierto tiempo necesito aparcar el píxel y recordar qué fue lo que me trajo al mundo editorial – las letras.

Al segundo intento conseguí plaza para los cursos de tipografía tradicional que organiza la Imprenta Municipal de Madrid. Tres tardes de plomo, madera, tinta, prensa y experiencias. Lo primero de todo, el entorno. La Imprenta Municipal es un edificio singular situado en el centro de Madrid, a un tiro de piedra de la Plaza Mayor. A pesar de realizar una actividad que parece condenada al olvido y la desaparición por desidia, esconde tesoros para los que amamos la letra impresa.

 

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El curso se desarrolla en el aula de actividades, equipada con una prensa vertical, dos prensas de rodillo, un par de guillotinas, una Minerva, unas generosas mesas de trabajo y varios cajones de imprenta equipados con… lo que el paso de muchos cursos ha dejado disponible. A destacar que un par de cajones contienen dos pesos de la Ibarra, de las pocas familias tipográficas que podemos considerar “de aquí”.

 

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También un cajón de tipos de madera, que tan agradecidas son a la hora de usarlas en posters y cartelería.

 

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El desarrollo del curso es muy libre, con poco de carga teórica y mucho de “manos a la obra”. El método utilizado para componer los textos ha sido una solución de circunstancias para que cada alumno pueda montar su texto, frase, etc: componer las líneas sobre una tabla con cinta adhesiva de doble cara y de ahí a la prensa:

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El último día estuvimos usando la Minerva, pero la versión manual, con palanca de brazo. La forma o cerco sobre el que se componen los textos tiene un tamaño aproximado de un A4.

Las tintas tuvieron días, el primero la tinta negra estaba más fluida y las impresiones salieron mejor.

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Pero los días posteriores el tarro de negro que nos tocó no estaba por la labor de dejarse batir y alcanzar la fluidez deseada:

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Una experiencia tan agradable como desintoxicante.

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