Me fascinan los (buenos) iconos. Reconozco un mérito extraordinario en el hecho de abstraer un mensaje o concepto en unos cuantos trazos. Coincide esta anotación con mi lectura del libro «Principios universales de diseño» (William Lidwell, Kristina Holden, Jil Butler, editorial Blume). En él se describen las diferentes relaciones entre los iconos y su intención. La psicología cognitiva y su organización.

Hay muchos iconos que adquieren su sentido a lo largo del tiempo. En su origen fueron abstracciones que no todo el mundo podía comprender. Y ese es el caso del icono que protagoniza esta anotación: el PLAY de los reproductores de audio.

Desde el comienzo de los reproductores de cinta magnética (antes de que hubiera cassettes) las bobinas de bobina abierta reproducían el contenido pasando la cinta por un cabezal lector de izquierda a derecha. Posiblemente la convención en el sentido de reproducción tenga que ver con el sentido de lectura y escritura usado en occidente: de izquierda a derecha. Y siguiendo la analogía, el botón que activa la función de reproducción (PLAY) es un triángulo que apunta a la derecha.

Brillante: con tres trazos se sintetiza la idea de puesta en marcha. Hasta ahí todo bien. ¿Pero qué sucede cuando la tecnología avanza y desaparecen los reproductores de cinta? El icono sigue siendo igualmente válido e incuestionable, pero se ha visto privado de su significado original. En un mundo de reproductores de audio que almacenan los datos en un disco duro o en una tarjeta de memoria ¿En qué sentido se reproducen los datos? ¿de izquierda a derecha? ¿de arriba a abajo..? Paradójicamente, los datos contenidos en cualquier dispositivo de almacenamiento digital están dispersos casi aleatoriamente por la memoria con lo que su reproducción es una secuencia de recolección de datos no lineal. Qué ironía…